viernes, 14 de marzo de 2014

Funny Games (ídem, 1997) de Michael Haneke




"Me parece hipócrita ver la película hasta el final y luego decir que no se pueden hacer estas cosas"

Michael Haneke 


Ann, Georg y su hijo Georgie van a pasar las vacaciones juntos en su casa del lago. Allí se encuentran a sus amigos Fred y Eva con dos extraños jóvenes que dicen ser los hijos de unos terceros amigos. Mientras padre e hijo están preparando el velero, uno de los desconocidos, perfectamente educado, visita a Ann para pedirle unos huevos.... Ni él ni su compañero volverán a salir de allí.


Ante todo, debemos anunciar que estamos ante un film inteligentísimo. Empieza de la siguiente forma: Plano cenital, vemos como avanza el vehículo familiar por la carretera mientras oímos la conversación de los padres. Juegan a adivinar que música está sonando. Nosotros también escuchamos esa música, es clásica. De repente, estamos dentro del coche, y con la aparición de los títulos de crédito (imagen superior) estalla un sonido de trash metal que tan solo el espectador puede percibir. Esta música "infernal" que acompaña la apacible escena familiar es un avance, o, si se prefiere, un resumen, de lo que estamos a punto de ver. Una familia acomodada y feliz envuelta en una espantosa situación. 

Funny Games da lugar a múltiples lecturas. Trataremos aquí de exponer nuestras conclusiones al respecto sin enunciar demasiados hechos de la trama, pues no quisiéramos restar interés a aquellos que aún no han tenido el placer (o la desgracia, según se mire) de verla. 


En primer lugar, Funny Games es una enorme parodia de los films, tan de moda en la últimas décadas, que tratan sobre el secuestro, la tortura o el terror de una familia. Que Haneke se ríe de las cada vez más típicas películas norteamericanas en que una familia, con niños incluidos, sufre las locuras de un psicópata se evidencia en la propia construcción de la trama, plagada de tópicos y elementos comunes del género parodiado.

Pero la película no es una ridiculización de un género sin más, Funny Games es también una denuncia a la violencia en pantalla. De manera sarcástica, pues este es un film tremendamente violento, Haneke nos está alertando de nuestra escasa sensibilización ante el sufrimiento humano cuando lo observamos en el cine o la televisión. Al estar expuestos de manera constante a esta violencia, a la sangre y a las torturas, nos hemos convertido en pequeños monstruos capaces de mostrarnos impasibles ante una muerte o el sufrimiento del prójimo. El director austríaco nos golpeará en la boca del estómago con esta película para que recapacitemos al respecto. Quizá se pueda cuestionar el método, pero ciertamente es efectivo.


Llegados a este punto, debemos desvelar el verdadero sentido de la película. Como anuncia su propio título, Funny Games no es más que un juego, pero no entre los dos sádicos psicópatas y la pobre familia que vemos en pantalla, sino entre el propio Haneke y nosotros, el espectador. Que el cineasta centroeuropeo está jugando con nosotros se desvela a partir del momento en que Paul, el "cabecilla" del dúo criminal, empieza a dirigirse a cámara y a lanzarnos preguntas o guiños. El despreciable Paul nos pregunta si creemos que la familia sobrevivirá, sobre quien creemos que será el primero en morir, etc. ¿Cuál es el sentido de todo esto? El mensaje que se nos está dando es que somos los auténticos cómplices de los hechos. Mientras sigamos gozando de forma sádica de la violencia, como si se tratara de un espectáculo más, seguirán existiendo seres capaces de llevar a cabo las mayores atrocidades imaginables, pues estarán inmunizados ante la violencia.


El mejor ejemplo de este juego se observa cuando Haneke nos hace ver que, según quien sufra, podemos llegar a disfrutar, y, por lo tanto, todos somos capaces de llegar a esos límites que llevamos hora y media despreciando. No hay marcha atrás, la violencia es el enemigo y seguirá ahí. 


El film está dirigido con maestría. Haneke consigue una notables interpretaciones y el guión escrito por el propio cineasta es inmejorable. Narrando mediante largos planos secuencia, el director nos ahorra las escenas sangrientas, enfocando justo al lado. Las oímos, pero no las vemos. Además, hay que destacar una tremenda innovación cinematográfica introducida en la parte final del largometraje, cuando Paul rebobina los hechos a su antojo.

En conclusión, una provocación en toda regla por parte de un hombre cuyos filmes realmente no dejan dormir. De enorme lucidez, estamos ante uno de los mejores trabajos de su realizador y del cine de los años noventa.






2 comentarios:

  1. Comienzo diciendo que la película que yo he visto no corresponde con las imágenes que vosotros mostráis en el articulo. Creo que se trata de la misma película pero con diferentes actores y se estreno en 2007, igualmente fue dirigida por Michael Haneke.
    Es una buena película, gracias por la recomendación!
    Por otra parte existe momentos que me han causado verdadera ansiedad, ha conseguido alterarme!! Como bien decís podría ser todo un placer o una verdadera desgracia visualizar este film.
    Ciertamente consigue su propósito!

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    1. Hola Salvador,
      Diez años después del estreno de la película que aquí reseñamos, Haneke aceptó realizar un remake en Estados Unidos en el que aparecen Naomi Watts y Tim Roth. Esa es la película que debes haber visto. Debo decir que he visto ambas y el remake sigue el guión de la original letra por letra, sin aportar nada nuevo. En cualquier caso te recomendaría el filme Austríaco.
      Como apuntas, esta es una de esas películas que hacen sufrir al espectador, algo con lo que el bueno de Haneke parece disfrutar jeje
      Un saludo y gracias por el comentario.

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