miércoles, 6 de mayo de 2015

Orson Welles: L'enfant terrible del cine estadounidense



George Orson Welles nació en Kenosha, Wisconsin, el 6 de mayo de 1915, y falleció en Hollywood, California, el 10 de octubre de 1985. A lo largo de su vida desarrolló una tumultuosa carrera como actor, director, guionista y productor, tanto en el teatro como en el cine, y mostró igualmente sus aptitudes en otros artes y facetas, como por ejemplo ante el piano o los micrófonos radiofónicos, Su figura hoy se recuerda como una de las más destacadas de la historia del cine estadounidense y su arte es considerado en todo el mundo gracias a su vanguardismo, su fuerte personalidad y su inolvidable presencia. 


La figura de Welles ha suscitado ríos de tinta entre aquellos críticos cinematográficos que han querido analizarle. Su fuerte personalidad, a menudo calificada de narcisista, y su megalomanía le han conferido incontables críticas de sus detractores, pero también un gran número de incondicionales seguidores amantes de su arte. Lo cierto es que Welles, desde pequeño, mostró sus enormes dotes artísticas. Hijo de un empresario e inventor adicto al alcohol y de una pianista de carácter débil, el pequeño genio quedó huérfano a los quince años, y con su hermano mayor internado en un psiquiátrico, centró su vida en el mundo del arte, más concretamente en el teatro. Así, en 1918 aparece en escena por primera vez mientras sigue desarrollando sus aptitudes al piano y ante los lienzos. Poco después consigue su primer trabajo en Broadway, empieza a juguetear con la cámara y se despierta en él un creciente interés por la obra de William Shakespeare, hecho que se hará notar en su trayectoria posterior.

Actor, director, escritor, ilustrador... El carácter polifacético de Welles es incuestionable y su presencia en los medios americanos es cada vez mayor, hasta que en 1938, gracias a la polémica representación de La guerra de los mundos de H.G.Wells en la CBS, en la que hizo creer a dos millones de oyentes que la tierra estaba siendo realmente atacada por alienígenas, su figura adquiere una dimensión nacional y su fama le catapulta a lo más alto de manera definitiva. Esto es lo que explica que la RKO, una compañía que en aquellos años apostaba por el cine de autor, le ofreciera un contrato para filmar dos películas con total libertad creativa. Así nacen su celebérrima Ópera prima, Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), un filme que revolucionó los esquemas del cine estadounidense y que fue recibida con enormes halagos por la crítica -que no por el público- y su segundo película, El cuarto mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942), que es cortada y mutilada por la productora en un intento de hacerla más accesible al público aprovechando la ausencia de Welles por viaje. Y así empieza la famosa lucha del director para conseguir una libertad creativa y un gran presupuesto con los que contó en su primer trabajo pero con los que nunca volvería a dar.

A partir de aquí la carrera de Welles es una constante lucha para conseguir los medios necesarios para crear. Trabaja en distintas productoras, co-dirige y co-escribe numerosos filmes e incluso interpreta papeles secundarios para ganarse la vida en medio de todos esos proyectos que no hacían más que fracasar. De estos años el director saca la conclusión de que Hollywood no es un buen hogar para su talento y sus grandilocuentes obras, y decide aunar algunas de sus más grandes pasiones -el cine y la literatura shakesperiana- para recuperar la anhelada libertad creativa, aunque sea en compañías de segunda o aunque tenga que viajar por toda Europa en busca de financiación y dedicar hasta cuatro años de trabajo para una única cinta. Así nacen algunas joyas de la talla de Macbeth (ídem, 1948) o Otelo (The Tragedy of Othello: The Moor of Venice, 1952). 

Durante las siguientes décadas Welles siguió viajando por todo el mundo tratando de conseguir financiación y filmar su arte -con el célebre paréntesis de Sed de mal (Touch of Evil, 1958) realizada en Estados Unidos pero nuevamente manipulada, en este caso por la Universal-, siguió realizando cameos como actor en obras de otros cineastas y llegó incluso a trabajar en la televisión. Su fama, su prestigio, y se dice que también su cuenta corriente se engrosaron sobremanera a finales de los años sesenta, pero lo cierto es que en su carrera como director consiguió tan solo en contadas ocasiones hacer gala libremente del enorme talento que poseía. Un Oscar honorífico y un premio del American Film Institute a principios de los setenta demuestran que, aunque se tardó más de lo necesario, al final todo el mundo reconoció el genio del de Wisconsin. En 1985 Welles falleció en su casa de Hollywood como consecuencia de un infarto.

François Truffaut afirmó con acierto en una ocasión que la obra de Welles es "sustancialmente autobiográfica y gira en torno a la búsqueda traumática de la identidad". Resulta difícil describir con más acierto la temprana obra del director, pero lo que si es cierto es que, para completar esta descripción, seria necesario apuntar su devoción por los grandes clásicos de la literatura, algunos de los cuales llevó a la pantalla -no solo de Shakespeare, sino también de Kafka- y resaltar lo cómodo que se sintió dentro de un género trágico como el noir. En sus últimos años, además, mostró su gusto por los ensayos fílmicos y la experimentación formal.

Su obra es reconocible por la construcción de personajes marcados por el pasado o el lado oscuro de sus almas, por el uso de ángulos bajos de la cámara y contrapicados, los travellings, el uso de grúas y lentes profundas para resaltar la expresividad de las imágenes y la inconmensurable presencia de su voz y figura. Pese a las dificultades, pese a las muchas obras inacabadas o estropeadas por las productoras, la compleja obra de Welles destaca por los destellos de genialidad que hay en ella.

Se han dicho muchos cosas sobre Orson Welles; era un hombre polifacético, egocéntrico, ambicioso, obsesivo, narcisista, severo, incansable... En lo que todo el mundo está de acuerdo es en resaltar que su figura permanecerá como una de las más importantes de la historia del cine estadounidense, y por extensión, del cine mundial.

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