• Hay que estar bien alerta con todo intento de enmarcar un conflicto como es en este caso el de género, especialmente si se trata de uno con apariencia progresista.
  • La trabajadora actual vive en un mundo globalizado, víctima de la precariedad laboral y solo pudiendo sentirse parte de un proceso económico, sin una identidad cultural a la que aferrarse.
  • El sexo, el género, binario o no binario, fluido... tras el auge de luchas como la feminista o por la libertad sexual, muchas han sido las realidades de este tipo que se han puesto sobre la mesa.
  • Es importante retener 2 concepciones de la naturaleza del ser humano, la social, que constituye la base de la educación, y la política, que contribuye a la extensión de susodicha educación; porque, son 2 elementos fundamentales en la construcción y salud del sistema democrático.

domingo, 21 de junio de 2015

Luna de papel (Paper Moon, 1973) de Peter Bogdanovich



"Triste puedo estar solo; para estar alegre necesito compañía"

Elbert Hubbard 


En el oeste de Estados Unidos, durante los años de la gran depresión y la ley seca, un estafador que se dedica a vender Biblias a las viudas (Ryan O' Neal) se ve obligado a hacerse cargo de una niña huérfana (Tatum O' Neal), cuya madre fue una antigua amante suya. En el trayecto hasta Missouri, donde vive la tía de ésta, nace una amistad entre los dos protagonistas propiciada por los pequeños golpes que van dando por todo pueblo que visitan.


Peter Bogdanovich, cuya reputación se sustenta en su labor de crítico cinematográfico pero también en las películas de éxito que dirigió en los años setenta, emprendió este proyecto de la Paramount -que inicialmente contaba con la dirección de John Huston- e involucró a Ryan O' Neal, actor con quien había trabajado anteriormente, y a su hija, cuyo excelente trabajo seria reconocido por la academia de Hollywood con el premio a mejor actriz secundaria más precoz hasta el momento. 

La película, ambientada en un contexto histórico muy particular de la historia de Estados Unidos -el de los años treinta- y que juega un gran papel en el transcurso de los hechos que en ella se cuentan, está basada en la novela de Joe David Brown, y cuenta, en forma de Road Movie, la relación entre un estafador de poca monta, sin escrúpulos y desencantado de la vida y una niña que pese a haber perdido a su madre ve con ilusión el futuro y la nueva aventura que tiene por delante.

Todos los personajes secundarios que aparecen en ella desaparecen sin excesiva trascendencia, pues el elemento focal del filme es la evolución de la relación humana -muy conseguida y eficaz, por cierto- entre los dos principales.


Las reticencias iniciales dan pie a una cierta colaboración que les permite ganarse mejor la vida, pero no tardan en llegar las desavenencias y los conflictos, resueltos finalmente por el amor casi paterno-filial que nace entre ambos. Como resulta lógico, la joven huérfana está abierta a esta circunstancia desde el primer momento, e incluso pregunta a Moses -así se llama el "vendedor"- si es su padre biológico. Éste, sin embargo, trata de deshacerse de la niña desde un inicio. Es una suerte de free rider que lo único que desea es seguir su camino sin que nadie le moleste y preocuparse únicamente de como ganarse el pan del mañana.

Se dice que fue Orson Welles, amigo y gran referente de Bogdanovich, quien aconsejó que la película fuera rodada en blanco y negro a través de un filtro rojo para añadir contraste a las imágenes. Lo cierto es que la labor del director de fotografía -Laszlo Kovacs- y el resultado final son muy destacables.


Al parecer Bogdanovich también consultó con Welles el nombre de la película -la novela original se titula "Addie Pray" pero al cineasta neoyorquino no le convencía para el filme y buscó una alternativa- y éste le respondió con sorna que "Paper Moon" era tan bueno que no hacia falta ni rodar la cinta, pues podía venderlo por sí mismo.

Afortunadamente no le hizo caso y hoy podemos gozar de una notable película que obtuvo una enorme recepción por parte de la crítica internacional y, especialmente, por la estadounidense.






jueves, 18 de junio de 2015

Las 15 Mejores Sonatas para Piano del Clasicismo


1 - Ludwig van Beethoven - Op.27 No.2 Sonata No.14 'Moonlight'

Una de las producciones para teclado solista más sobresalientes de todos los tiempos -probablemente solo cuestionada por la sonata en si bemol de Franz Liszt- y la más famosa, debido a su primer movimiento.

La obra fue dedicada a la condesa Giulietta Guicciardi, una alumna de Beethoven que logro hacerlo disfrutar de un poco de felicidad después de años de soledad y tristeza. Por desgracia para el maestro, nunca pudo contraer matrimonio con ella.

El apodo de Claro de Luna apareció después de la muerte del autor, surgiendo del poeta alemán Ludwg Rellstab, quien comparó el primer movimiento con el claro de luna del Lago de Lucerna.

Como todos conocemos el inicio de la sonata, facilitaré el tercer y último movimiento, a mi parecer tan memorable como el primero.


2 - Ludwig van Beethoven - Op.106 Sonata No. 29 'Hammerklavier'

Con el sobrenombre de 'Gran Sonata para piano de Martillos', Beethoven presenta una de las sonatas más largas jamás compuestas (entre 40 y 50 minutos) y, para muchos, la pieza más difícil del repertorio pianístico.

En su publicación la acogida por parte del público fue nula y ningún pianista se atrevía a enfrentarse a tal obra. Al acabarla, el compositor se dijo para sí mismo que ya sabía componer y que esta obra no daría problemas a los pianistas que la ejecutaran 50 años tras su composición. Pero la realidad es que incluso 100 años después no se creía que la obra hubiese sido ejecutada correctamente. Se considera que fue Franz Liszt el primero en demostrar que se trata de una obra ejecutable.


3 - Ludwig van Beethoven - Op.57 Sonata No.23 'Appassionata'

El compositor llevó la virtuosidad pianística a un nuevo nivel de complejidad, y la fusionó con su nuevo estilo heroico mostrado también en la Sinfonia No.5 con esta violenta y apasionada sonata, una de sus favoritas del género.


4 - Wolfgang Amadeus Mozart - K.331 Sonata No.11

La más famosa y elevada sonata para piano que Mozart llegó a componer. La obra se inicia con un tema con siete variaciones muy agradable seguido de un animado minueto. Finalmente, la obra es encumbrada por la celebérrima 'marcha turca', la cual imita el sonido de las bandas turcas de Jenízaros.


5 - Ludwig van Beethoven - Op.13 Sonata No.8 'Pathetique'

La mejor sonata de la etapa inicial de Beethoven. Es considerada una obra fundamental en la producción pianistica, entre otros méritos, por ser de las primeras de corte pre-romántico. En el primer movimiento de esta sonata aparece por primera vez una introducción 'grave', que suscita elementos de dolor atenuados por momentos de luz.

El segundo y tercer movimiento son muy conocidos y poseen una gran belleza.


6 - Muzio Clementi - Op.50 no.3 'Didone Abbandonata'

La obra maestra de un genio olvidado. El primer movimiento es uno de los mayores logros del clasicismo al teclado, de una expresividad inaudita. Al igual que las últimas sonatas de Beethoven, son en gran parte de corte romántico.


7 - Wolfgang Amadeus Mozart - K.310 Sonata No.8

Escrita en París tras la muerte de la madre del compositor. Figura entre las mejores obras para piano del clasicismo temprano.


8 - Franz Joseph Haydn - Hob. XVI:49 Sonata No.59

Sonata que marcó el  inicio de la madurez del estilo de Haydn. Me gustaría recomendar también la Sonata 32 del compositor, la cual se ha quedado a las puertas de entrar en la lista.


9 - Ludwig van Beethoven - Op.31 No.2 Sonata No.17 'Tempest'

Al igual que con su sonata "Moonlight", el sobrenombre de ésta no surgió hasta después de la muerte del autor. El nombre viene dado por su primer biógrafo Anton Schindler, quien afirmó que Beethoven se inspiró en la obra homónima de William Shakespeare, aunque los expertos no están seguros de que sea cierto. Aunque el titulo quizás haga referencia a la obra del dramaturgo inglés, el carácter apocalíptico del primer movimiento de la sonata parece representar la furia inestable de una tormenta.


10 - Wolfgang Amadeus Mozart - K.282 Sonata No.4

Compuesta alrededor del año 1774, esta es la primera sonata sobresaliente que escribió el compositor. Tanto su datación como su clasificación como sonata No.4 han sido puestas en duda en varias ocasiones.



11 - Jan Ladislav Dussek - Op.77 'L'invocation'


12 - Leopold Kozeluch - Op.20 No.3


13 - Ludwig van Beethoven - Op.53 Sonata No.21 'Waldstein'


14 - Muzio Clementi - Op.50 No.2


15 - Wolfgang Amadeus Mozart - K.545 Sonata No.16



miércoles, 17 de junio de 2015

El sur (1983) de Víctor Erice



"Los recuerdos no pueblan nuestra soledad, como suele decirse; antes al contrario, la hacen más profunda."

Gustave Flaubert

En una remota localidad del norte de España vive Estrella, una niña de apenas 9 años que comparte sus días junto a sus padres, un médico y zahorí andaluz (Omero Antonutti) y una profesora represaliada tras la guerra. La admiración inicial de la pequeña por su padre da paso al misterio que acompaña el pasado de éste.  


Pese al éxito obtenido con El espíritu de la colmena (1973), el cineasta vizcaíno Víctor Erice no volvió a dirigir una película hasta diez años después, cuando encaró un proyecto basado en una historia de Adelaida García Morales titulada El sur. Así nació esta conmovedora cinta -la segunda y última de ficción que ha dirigido su autor- no exenta de problemáticas, pues Erice nunca llegó a filmar la totalidad de su guión debido a que el productor Elías Querejeta canceló el rodaje aludiendo motivos económicos. Lo cierto es que ha habido discusiones acerca de los motivos o la conveniencia de detener la historia sin su parte final, y todos los implicados han dado su opinión al respecto. De lo que no cabe duda es de que, aunque el precipitado fin de la historia alienta su vertiente enigmática, todos los cinéfilos y amantes del arte debemos lamentar que Erice nunca pudiera completar su segunda película, así como de que no se haya prodigado posteriormente en la realización de largometrajes.

Sea como fuere, El sur se mantiene vigente como una de las cintas más relevantes de la cinematografía española. Sin ir más lejos, fue elegida en 1996 por críticos y profesionales del cine como la sexta mejor película española de todos los tiempos. Desde aquí no podemos más que sumarnos al gran colectivo que conforman los admiradores de esta película y tratar de perfilar algunos de los motivos que nos inducen a tal pleitesía. 


En El sur, igual que hizo con su ópera prima, Víctor Erice utiliza una niña para hablar acerca del mundo de los adultos y de la España de la posguerra. Estrella es una joven que, como todos alguna vez, admira a su padre. Este personaje, que en realidad es el gran protagonista del filme, es un médico y zahorí que abandonó su tierra natal, Andalucía, debido a discrepancias ideológicas con su padre, un franquista. La fascinación que las capacidades de Agustín causan en su hija vienen envueltas en un halo de misterio que Erice esboza con suma elegancia y prodigiosa destreza. Poco a poco, y con el paso del tiempo, la niña va indagando en el pasado de su padre, y con ello no consigue más que ahondar en un misterio que es incapaz de resolver. Al mismo tiempo, empero, los espectadores asistimos a la sutil evolución de un personaje de carácter casi místico en sus inicios y que poco a poco se va volviendo más humano a nuestros ojos, hasta que descubrimos la enorme soledad en que vive y la tortura a la que le someten los recuerdos de su pasado.

A grandes rasgos, y sin entrar a desvelar cuestiones muy concretas del metraje, esa seria la base de la cinta. Erice se vale de esta historia para hablarnos de multiplicidad de cuestiones al mismo tiempo: La soledad, el amor, la pérdida, los remordimientos, la posguerra... Todo ello envuelto por una suave cortina de humo que es la realidad del mundo desde el punto de vista de una niña incapaz de comprender aquello que ve, siente e intuye.

   
El contraste establecido entre el frío y solitario norte y el cálido sur pierde algo de vigor debido a la ausencia del metraje que trascurría en Andalucía, pero aún así las constantes referencias a éste y las ansias de Estrella por conocer la tierra en la que nació y creció su padre compensan ese déficit. Además de la excelente labor de los intérpretes -en especial un soberbio y melancólico Omero Antonutti- y la mano maestra de Erice, cabe destacar el sublime trabajo de fotografía de José Luis Alcaine, quien nos lega escenas para el recuerdo -sin ir más lejos la que abre la película.

En definitiva, un ejercicio cinematográfico de primer nivel que evoca una contenida nostalgia capaz de llegar al alma del espectador. La escena que da pie al tramo final, en la que padre e hija comparten una comida mientras suena una pieza musical que les recuerda tiempos más felices y que resultarán ser los últimos momentos que compartan juntos es sencillamente memorable. Una obra maestra.





    

martes, 2 de junio de 2015

El puente (Die Brücke, 1959) de Bernhard Wicki



"La guerra es dulce para aquellos que nunca la han experimentado"

Erasmo de Rotterdam


Alemania, primavera de 1945. En una pequeña población del oeste de la geografía germánica un grupo de muchachos y sus madres conviven con la incertidumbre de cual será su destino, pues la situación del Imperio Nazi es límite y ya no quedan hombres para defender las posiciones del eje. Esto hace que los niños capaces de llevar un arma sean llamados a filas, ante la desesperación de sus madres.


Estremecedor y arduo filme antibelicista que denuncia unos hechos acaecidos en Abril de 1945, cuando el ejército Nazi se encontraba ya derrotado, con las tropas aliadas ocupando territorio alemán en el este y el oeste, y aún así defendió cada población hasta las últimas consecuencias, llamando a filas si era necesario a muchachos de apenas dieciséis años.  

Bernhard Wicki, más conocido por su faceta de actor y por haber dirigido los episodios alemanes de la superproducción Hollywoodiense El día más largo (The Longest Day, 1962) -que narraba el famoso desembarco de Normandía desde el punto de vista de los dos contendientes- dirige aquí su obra maestra, un filme reposado y bien construido que además de narrar los horrores de la guerra -que se hacen el doble de terribles al tener como víctimas a simples muchachos- responde a numerosas cuestiones sobre la sociedad alemana de la época.


El filme se estructura en dos partes bien diferenciadas: La primera nos narra la vida en el pueblo antes de que este sea atacado por los aliados. Este es un tramo del metraje sumamente interesante. En él, conocemos a los protagonistas de la historia -simples muchachos que van a la escuela, juegan entre ellos, hacen gamberradas como beber alcohol a escondidas o flirtean con chicas- y a sus familias, hecho que nos permite profundizar en el carácter de cada uno de ellos y realizar una detallada fotografía de la sociedad alemana en los últimos meses de la guerra. 

La mayor parte de los muchachos han perdido a sus padres, y los que no tampoco guardan una especial relación con ellos. La mayor parte de las madres sufren por el trágico destino que se les avecina, especialmente al ser conscientes que sus hijos podrían terminar en el frente. La excepción está en la familia más acomodada del pueblo, una familia de oficiales donde el orgullo de la raza aria se hace más patente que en ningún otro lugar. Los chicos, por otra parte -y esta es la clave de la historia- se encuentran ilusionados con la idea de ser llamados a filas. Sueñan con servir a su gran patria y convertirse en héroes, ajenos a los horrores que supone entrar en combate y que más tarde descubrirán.

La segunda parte es aquella que narra los sucesos desde que los chicos dejan atrás sus familias para incorporarse al servicio militar. Tras un solo día de instrucción, se ven obligados a entrar en acción por la urgencia de la invasión americana, pero un general, en vista de que no podrán hacer frente a la primera línea de fuego, los envía a la retaguardia a cubrir, por pura coincidencia, el puente que da entrada a su población. Este no será, sin embargo, un buen refugio para ellos.

    
En definitiva, un filme desgarrador que gracias al buen trabajo realizado con sus personajes y a la contextualización histórica consigue involucrar al espectador en el conflicto que termina deviniendo. El puente es un firme alegato en contra de todo aquello que supone una guerra y que Wicki, nacido en 1919, conocía bien, pero también es una película histórica que pone en relieve la influencia que el fascismo tiene en los jóvenes y en las actitudes que estos toman. Una historia tremenda que merece ser reivindicada.