Si hay alguien que respondería a las etiquetas de yolo, swag, life fast and die young y demás memeces de ahora en la Francia de finales del siglo XIX sería, sin ningún tipo de duda, Arthur Rimbaud. La pequeña diferencia sería que Rimbaud no era un estúpido.
Nacido en el seno de una familia burguesa, el enfant terrible fue una de las figuras más importantes de la Francia
del final del siglo XIX. "Todo
menos trabajar" era su lema, y así fue, al menos durante la primera parte de su vida. Fue un alumno destacado en
el colegio municipal de Charleville donde ya demostró desde muy joven sus dotes
para la poesía. Al estallar la Comuna de Paris (1971) decidió escaparse de su
casa por enésima vez para ver el conflicto desde cerca. Allí es donde, con 17
años, conocerá a Paul Verlaine, diez años mayor que él.
“Aborrezco cualquier oficio. Patronos y obreros, todos iguales, paletos e innobles. Tanto da la mano con pluma que con arado. -¡Vaya siglo de manos!- Yo jamás poseeré mi mano.”
El círculo de intelectuales parisinos acogió a Rimbaud como a un hijo
pródigo, pues su destreza con las letras les había impresionado teniendo en
cuenta su precocidad. Victor Hugo creador de “Les miserables” llegó a llamarle “Shakespeare niño”. Un año después de su llegada a París, nuestro querido personaje ya era más conocido por sus escándalos que por sus poemas, vagabundeaba por la ciudad y se había convertido en un alcohólico y en un consumidor habitual de hachís. Después de herir a un fotógrafo con una vara metálica, tuvo que volver a Charleville por la indignación de buena parte de la clase acomodada.
“Antaño, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que todos los corazones se abrían, en el que vinos de todas las clases fluían sin cesar.”
Durante su estancia en
Charleville, Rimbaud escribiría una de las mejores colecciones de poemas en
lengua francesa del siglo XIX, Una temporada en el infierno (Une Saison
en enfer), con permiso de Les
fleurs du mal de Charles
Baudelaire. Después volvió a Londres con un amigo poeta y escribió
Iluminaciones. Y c’est fini. La
carrera literaria de Arthur Rimbaud terminó a sus 20 años.
“Pero por ahora, estoy maldito, y me horroriza la patria. Lo mejor es echarse a dormir completamente borracho, en la playa.”
En el resto de su vida
siguió haciendo lo que le dio la gana, recorrió Europa a pie, se alistó en el
ejército holandés para ir a Indonesia donde desertó, vivió durante un tiempo en
Yemen y más tarde fue traficante en armas en Etiopía. Le tuvieron que amputar
la pierna por sinovitis y murió en Francia a la edad de 37 años. Pero para la
historia literaria quedaron sus escritos los cuales realizó todavía siendo un
adolescente.
“¿A quién debo acomodarme? ¿Qué animal hay que adorar? ¿Qué santa imagen atacar? ¿Qué corazones habré de romper? ¿Qué mentira debo sostener? - ¿Sobre qué sangre caminar?”
PD: todas las frases entrecomilladas son fragmentos
de “Una temporada en el Infierno”.
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