"Te lo he dicho, es un espíritu. Si eres su amiga, puedes hablar con él cuando quieras. Cierras los ojos y le llamas. Soy Ana… soy Ana…"
1940. En un pequeño pueblo de Castilla, dos hermanas de ocho y seis años llamadas Isabel y Ana (Isabel Tellería y Ana Torrent) asisten al pase de El doctor Frankenstein que se celebra para los infantes de la zona. La visión del filme causa una profunda impresión en Ana, la pequeña, que a partir de entonces no dejará de preguntar a su hermana acerca de la misma.
El espíritu de la colmena significó un esplendoroso debut para el peculiar cineasta Víctor Erice, director que cuenta con una filmografía reducida a dos largometrajes y piezas documentales. Pese a su colaboración en Los desafíos (1969) -de la cual rodó uno de los episodios que la integran-, debe considerarse la cinta que aquí nos ocupa como su ópera prima.
Sin duda alguna, estamos ante una pieza capital del cine español. Un filme que triunfó en su momento en el Festival de cine de San Sebastián -consiguiendo la Concha de Oro a mejor película- y al que todavía hoy se rinde admiración desde los círculos cinematográficos.
La película, ciertamente compleja, cuenta paralelamente dos historias: La de dos niñas que acuden a una sesión de El doctor Frankenstein de James Whale y que a partir de ese momento empiezan a plantearse cuestiones relacionadas con la vida y la muerte -el cine, y esa experiencia en concreto, despierta la curiosidad de las dos jóvenes- y la de sus padres, dos personajes que parecen abstraídos por el contexto histórico en que viven - recién terminada la Guerra Civil- y que pese a sus intentos por dejar atrás sus dolorosas experiencias se muestran incapaces.
Este contraste entre los dos mundos -el de las niñas; repleto de imaginación, ilusión y deseos de conocer y vivir y el de los adultos; oscuro, frío, triste y desalentador- es uno de los elementos más brillantes del filme. Además de lo ya apuntado, Erice aprovecha para homenajear los inicios del cine -véase la escena del tren, alusión directa a uno de los primeros filmes rodados por los hermanos Lumière- y el papel que éste desempeña, o puede llegar a desempeñar, en el hombre -referenciado en la impresión que causa en Ana la historia de Frankenstein.
Describir en tan pocas líneas lo magistral que llega a resultar El espíritu de la colmena no es sencillo. Se trata de una obra repleta de minuciosos detalles mediante los cuales el director nos traslada las ideas contenidas en ella. Así, esta es una película a percibir, admirar y contemplar hasta sus más pequeños detalles. Algunos ejemplos: La relación entre el matrimonio de Fernando (Fernando Fernán-Gómez) y Teresa (Teresa Gimpera) se muestra distante, fría, prácticamente helada. Nunca llegamos a saber a qué es debido -¿los sufrimientos por la guerra, tal vez?-, pero Erice no se preocupa lo más mínimo en justificarlo, y se limita a exponer la situación actual mediante la constante contraposición de sus posiciones. En un álbum de fotografías no aparecen juntos en ningún momento y a lo largo de todo el metraje sólo coinciden en dos escenas: en una ella se encuentra en el balcón y él saliendo de casa y en la otra Fernando está dormido.
Otro buen ejemplo, sin duda, es la actitud que adoptan las dos niñas en el proceso de crecimiento que viven en el filme. Mientras que Ana, la pequeña, se muestra inocente y soñadora, Isabel aparece como una persona consciente de su jerarquía sobre la hermana menor, y se debate entre una actitud infantil, desafiante y perversa.
Al magistral guión en el que además de Erice colaboró Ángel Fernández Santos hay que sumar la perfecta y personal labor tras las cámaras del primero. Repleta de encuadres fijos, silencios estremecedores, simbología y colores amarillentos -gran labor en la fotografía de Luis Cuadrado-, El espíritu de la colmena se erige como unos de los filmes más bellos dirigidos en los últimos cuarenta años.
Como anécdota final, comentar que los personajes de la película conservan los nombres originales de los actores ya que resultaba difícil para las niñas aclararse con los cambios.
Bella, compleja, fascinante, única.... Así es El espíritu de la colmena.
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