martes, 24 de junio de 2014

Stromboli, tierra de Dios (Stromboli, terra di Dio, 1950) de Roberto Rossellini



"Esta no es vida para gente de bien"


Poco después de la Segunda Guerra Mundial, una mujer que lo ha perdido todo (Ingrid Bergman) decide aceptar la propuesta de matrimonio de un joven pescador (Mario Vitale) con tal de establecerse en algún lugar. Su destino será una pequeña isla llamada Stromboli, que más que un refugio acabará resultando una nueva prisión para ella.


Stromboli, tierra de Dios fue la primera colaboración entre Roberto Rossellini e Ingrid Bergman, un binomio director-actriz que nos legó hasta seis películas y que fue tremendamente célebre debido a sus relaciones más allá de las cámaras. 

En Stromboli, Bergman interpreta a una mujer perdida que simplemente trata de hallar un hogar. Su error será instalarse en una isla de pescadores donde reinan las costumbres del sur de Italia, muy alejadas de aquellas que ella, mujer de familia acomodada y del norte de Europa, ha conocido. Así pues, la protagonista se muestra incomoda e incapaz de aclimatarse a su nueva vida. El único apoyo que ésta encuentra es el cura del pueblo, pues el resto de mujeres del mismo la prejuzgan como a una "buscona" y le dan la espalda desde el primer momento. 

Rossellini juega con los elementos naturales -el oscuro mar, el volcán de la isla que parece que puede estallar en cualquier momento etc.- y con los animales -inolvidable el dolor que siente Karin, la protagonista, al ver agonizar a los peces- para construir metáforas respecto a la situación que presenta el argumento principal.


El angustioso entorno y su creciente desesperación llevan a Karin a ver como una solución para sí misma el huir de allí. Así, tratará de conseguir este objetivo sea como sea, adoptando actitudes que solo pueden comprenderse teniendo en cuenta su anunciada desesperación.

Se podría decir que Rossellini, iniciador del movimiento neorrealista, reinventa el género al mezclarlo con elementos simbólicos y metafóricos. Pese a ello la cinta no deja, ni mucho menos, de encuadrarse en el mismo género. 


El cineasta introduce escenas de carácter documental -véase la famosa erosión del volcán o el trabajo de pesca- que otorgan al filme la estética clásica de los filmes italianos de los cuarenta dentro del movimiento neorrealista.

En definitiva, nos encontramos ante un filme tremendamente humano y sufrido, que anunciaba el inicio de un nuevo periodo creativo para su director, la cara visible del cual seria su futura esposa Ingrid Bergman. 



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