martes, 10 de febrero de 2015

Sangre fácil (Blood Simple, 1984) de Joel Coen



"El crimen hace iguales a todos los contaminados por él"

Marco Anneo Lucano


La historia se sitúa en Texas. Allí, una joven (Frances McDormand) que está casada con el propietario de un local (Dan Hedaya) se convierte en la amante de uno de sus empleados (Joh Getz). Al enterarse de la situación gracias a un detective privado (M. Emmet Walsh), el marido de ésta preparará un plan para asesinarlos a ambos. 


Sangre fácil fue el exitoso debut en las grandes pantallas de los hermanos Coen, una de las parejas de cineastas más celebradas del panorama cinematográfico actual. Tras ser rechazado por todos los grandes estudios de Los Ángeles, los hermanos de Minnesota consiguieron distribuir su primer trabajo en los Festivales de Nueva York y Toronto, cosechando éxito tras éxito hasta llevarse el Gran Premio del Jurado en Sundance. 

Con aires del mejor cine negro -un guión enrevesado, asesinatos, un trágico romance, los constantes claroscuros, etc.- Blood Simple destaca especialmente por la atmósfera que acompaña a toda la historia, que más allá de esto no presenta demasiadas novedades respecto a los thrillers clásicos -a parte de un par de malentendidos entre los personajes principales que propician diversos giros del guión. Como decimos, todos los elementos se conjugan a la perfección para crear una densa, trágica y patética atmósfera que ensalza el trabajo de cámara -siempre excelente, como se ha podido comprobar posteriormente- de Joel Coen. A todo ello contribuyen sobremanera la fotografía de Barry Sonnenfeld -habitual colaborador de los hermanos- y la melancólica música de Carter Burwell.

  
Pese a la excelencia visual del filme, podríamos achacarle algunos defectos en el irregular desarrollo de la historia, que son los que impiden que hablemos de una cinta de absoluta referencia. Aunque la base del guión es buena y la película contiene escenas para el recuerdo -como aquella de casi quince minutos de duración en que Ray, el amante, transporta el cuerpo de Julian, el marido, dispuesto a enterrarlo y se da cuenta de que aún está vivo, todo ello sin el uso de palabras, solo cine en estado puro y tensión a raudales-  el interés de la trama es irregular y los Coen no consiguen la continuidad que si tendrían algunos de sus posteriores filmes.



Con todo, Sangre fácil nos parece un notable filme que posee esa distintiva capacidad de gravarse en la retina del espectador y obligarlo a dar vueltas sobre él una y otra vez. Sus personajes, cuyo trágico destino parece anunciarse desde el primer momento, vagan por la vida sin un destino claro, incapaces de dominar sus emociones y establecerse un camino propio, lejos de todas las oscuras circunstancias que les atan a ese lúgubre local tejano. 

En definitiva, un filme nada desdeñable que iniciaba la exitosa trayectoria de dos cineastas que se mantuvieron en los más alto del cine estadounidense a finales del Siglo XX.






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