viernes, 25 de octubre de 2013

Qué verde era mi valle (How Green Was My Valley, 1941) de John Ford



"John Ford era uno de esos artistas que nunca pronuncian la palabra “arte”, y de esos poetas que no hablan nunca de poesía." 

François Truffaut.



En un pueblo minero de Gales vive la familia Morgan, entregada a la labor minera y a las tradiciones familiares y pueblerinas. La bajada de los salarios de los trabajadores acabará con la paz familiar debido a las discrepancias entre padre e hijos, estos últimos partidarios de crear un sindicato, idea que no contempla su padre. Toda esta historia nos es contada por el protagonista (Roddy McDowall), el menor de los hijos, todavía sin edad para trabajar.


Philip Dunne adapta la famosa novela de Richard Llewellyn para la gran pantalla en un film magistralmente dirigido por John Ford que consiguió 5 premios de la academia Hollywoodiense (Mejor Película, Director, actor secundario -Donald Crisp- fotografía y dirección artística), además de valerle al realizador de Nueva Inglaterra para ganar el premio a mejor director que entrega el Círculo de Críticos de Nueva York.

Nos encontramos ante un extraordinario film que relata las vivencias rurales de finales del Siglo XIX. En la película, se tratan temas tanto sociológicos como políticos: La aparición de los sindicatos de trabajadores, los abusos hacia los mismos, los factores económicos que llevaron a jóvenes británicos a emigrar hacia América u Oceanía etc. 

Además, el film relata de forma extraordinariamente cercana y familiar lo que era la vida en los pueblos mineros Galeses. Se puede observar el compañerismo existente entre las distintas familias, la lucha que representa la vida para sus trabajadores, los peligros de trabajar en la mina y el papel que jugaba la iglesia en aquellas sociedades. 

Por lo tanto, mediante lo que podría resultar una narración común de experiencias, la película abraza y expone todos estos y muchos otros temas de gran relevancia histórica y sociológica.


El trabajo de Ford, así como la excelente labor de todos los actores -entre los que encontramos a la popular Maureen O'Hara y a Walter Pidgeon- nos permite empatizar con los protagonistas de modo que uno llega a sentirse parte de esa comunidad. La excelente banda sonora original de Alfred Newman, repleta de canciones populares -otro elemento característico en los films del director Norte-americano- no deja de emocionar al espectador, que observa como los Morgan luchan contra la adversidad de la muerte y la lejanía de sus seres más queridos.


En conclusión, una obra maestra más de John Ford, que con sus profundos y conmovedores films se ganó un lugar en la élite cinematográfica internacional. Probablemente estemos hablando del mejor director Norte-americano de todos los tiempos.




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