sábado, 4 de enero de 2014

La gran belleza (La grande bellezza, 2013) de Paolo Sorrentino




"Termina siempre así, con la muerte. Pero antes, hubo vida. Escondida debajo del bla, bla, bla, bla. Y todo sedimentado debajo de los murmullos y el ruido. El silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo. Los demacrados, caprichosos destellos de belleza. Y luego la desgraciada miseria y el hombre miserable. Todo sepultado bajo la cubierta de la vergüenza de estar en el mundo".



Jep Gambardella (Toni Servillo), periodista que antaño fue famoso en toda Italia por su primera y única novela, acaba de cumplir 65 años. A lo largo del film, viajaremos a través de sus ojos y sus vivencias por la decadente vida aristocrática de Roma, asistiremos a fiestas y reuniones con los más excéntricos personajes imaginables y al mismo tiempo reflexionaremos sobre la vida junto al protagonista.


Claramente inspirado por el trabajo de Federico Fellini La dolce vita (ídem, 1960), así como por otros grandes directores italianos como Michelangelo Antonioni, Paolo Sorrentino dirige con maestría esta película que con el tiempo no dudamos se convertirá en un clásico. Si bien es cierto que la temática y el estilo fílmico coinciden con el trabajo de Fellini anteriormente citado, no debemos confundir La gran belleza con un homenaje al mismo ni mucho menos con un remake. 

A través de la mirada de un peculiar escritor que a llegado ya a la edad avanzada, viajamos por lo que no tan solo es una firme crítica al vacío vital y existencial de los personajes que se va encontrando, sino que compartimos la búsqueda del protagonista por "la gran belleza". 

Y bien, ¿de que se trata esta gran belleza? He ahí la profundidad argumental del film, la definición, la búsqueda, el recuerdo de la gran belleza, de la felicidad, de esos momentos mágicos que se encuentran entre el vacío constante. 


La cámara de Sorrentino parece flotar a lo largo de la narración y se complace en los bellos paisajes de la città eterna. Los pintorescos personajes que se van sucediendo durante el metraje, el ingenioso y brillante guión del propio director en colaboración con Umberto Contarello, la bella fotografía y la perfecta selección musical hacen que el espectador pase unas espléndidas horas frente a la pantalla pese a lo amargo, por momentos, de la historia.

Mención aparte merece la interpretación de Toni Servillo. Bordando su papel, llena la pantalla en todo momento. Resulta divertido y conmovedor al mismo tiempo. 


La gran belleza es, pues, una mordaz crítica, un maravilloso retrato, una profunda reflexión, un entretenimiento impagable... Una obra maestra.
Uno no logra comprender como este filme se fue de vacío del festival de Cannes.





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