El arte es una red que conecta distintos momentos de la historia, un ente vivo en el que las corrientes no pueden entenderse aisladamente, sino que tienen una causa y una inspiración. Para poner en relación artes tan aparentemente dispares como el románico y las vanguardias, es necesario conocer el panorama artístico de finales del siglo XIX. El sistema de figuración tradicional entró en crisis y los artistas empezaron a interesarse por otro tipo de manifestaciones, alejadas de Europa. Algunos artistas postimpresionistas como Gauguin o Van Gogh criticaron el naturalismo, ya que lo consideraron una forma errónea de representar la realidad. Gracias a la crisis del Positivismo, estas ideas se desarrollaron y la pintura dejó de poner interés en la apariencia, para centrarse en el sentido más profundo de las obras.
En este momento nace el “primitivismo”, una corriente que asimila las formas artísticas de los llamados pueblos primitivos. Los artistas del momento deseaban actuar al margen de cualquier tipo de convencionalismo, volviendo a los orígenes y utilizando un lenguaje alejado de la tradición. En un primer momento el primitivismo se interesó por el arte exótico pero más tarde empezó a investigar las manifestaciones arcaicas de Occidente. El románico fue recuperado gracias a vanguardias como el cubismo o el expresionismo. Los artistas románicos gozaron de una gran libertad para trabajar, algo que llamó la atención de los creadores contemporáneos. Ambos movimientos comparten parecidos estéticos y formales: el anti naturalismo, la esquematización, los fondos planos, los trazos no descriptivos y los colores fuertes. Por eso muchos pintores se han dejado influenciar y ayudar por los códices y la pintura mural medieval. Una diferencia importante entre estos dos tipos de arte es el mensaje cristiano, desaparecido en las obras contemporáneas, que solo tomaron los referentes formales. En todo caso, se pudo asociar a lo espiritual, opuesto al materialismo feroz de la Europa moderna.
Pintores como Gauguin, ya se inspiraron en el arte románico. El pintor francés adoptó la temática bretona durante su estancia en Point-Aven, un pequeño pueblo que había mantenido sus costumbres y su profunda religiosidad. Otro autor a destacar es André Derain, con su cuadro La danza, obra inquietante en la que aparecen tres figuras femeninas. Cada una de ellas está inspirada en un arte primitivo pero la que destaca es la del centro, emparentada con la figura del profeta Isaías que decora el pórtico de Souillac (siglo XI). También se ha relacionado con un poema de inspiración artúrica escrito por Guillaume Apollinaire en 1904. Es necesario destacar también el tratamiento de paños con estilización
espiraliforme, presente en el frontal de Santa Margarita de Sescorts del Museo
Episcopal de Vic.
La danza (1906)
Isaías
Frontal de Santa Margarita de Escorts (siglo XII)
En el cubismo es más difícil encontrar referencias al románico pero el estudio de las pinturas murales de la pequeña iglesia de San Martin de Fonollá (siglo XII) fue la clave de la conceptualización de la realidad, que finalmente llevaría a la abstracción. Rosseau fue un autor contemporáneo que tuvo muchos problemas con la perspectiva y el escorzo, aunque lo suplía con el maravilloso uso del color. Se valió de modelos románicos en obras como Retrato de Joseph Brummer (1909), en la que utiliza de modelo el Cristo en majestad románico.
Natalia Goncharova, ejemplo de la corriente del neoprimitivismo, fue una pintora de vanguardias rusa. En Imágenes místicas de la guerra, una serie de catorce litografías inspiradas en la I Guerra Mundial, se representan distintas escenas cristianas. En la portada vemos un ángel justiciero de estilo bizantino con una espada; en El caballo pálido la guerra aparece representada como uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis y en La guerra maldita unos ángeles tiran piedras desde unos aviones, destruyendo la ciudad de Babilonia. Estas dos últimas obras están directamente relacionadas con el texto profético de San Juan.
La guerra maldita (1914) Beato de Fernando I
El mismo Picasso se vio influenciado por estas pinturas como es en el caso de Las dos hermanas, en el que traspone de forma laica la escena de la Visitación. En 1930 pintó La Crucifixión, obra fiel a la tradición cristiana pero con una gran ferocidad y violencia, que se inspiró en la escena de Diluvio del códice del beato Saint Séver.
Las dos hermanas de Picasso (1902) y capitel de la iglesia de San Juan de Ortega
La crucifixión (1930) y la escena del Diluvio en el códice medieval (siglo XI)
Otro pintor deslumbrado por estos murales fue Francis Picabia, famoso
por su colección de “Españolas”, unas medias figuras de trazo fluido y colores
suaves. En el verano de 1927 visitó las pinturas medievales del Palacio de
Montjuic y tras verlas, Picabia comenzó a mezclar las cándidas imágenes de sus figuras españolas con los motivos
iconográficos del románico catalán. El grafismo de sus figuras había comenzó a
cambiar en 1925 pero en este momento iría adquiriendo la forma de la Virgen de
Montserrat, del perro que acompaña a Lázaro en San Clemente de Taüll o del cordero místico con siete ojos. Ejemplo de ello son Barcelona, Cordero místico y beso y Mujer con cigarrillo.
Cordero místico y beso (1927) y Barcelona (1926-1927)
Cordero románico con siete ojos
Mujer con cigarrillo (1928) Virgen de Monsterrat (siglo XII)
Joan Miró por otro lado, no solo asimiló la iconografía sino que en él se produjo una verdadera convergencia espiritual. Se movía en una órbita de tradición catalana, en la que están incluidos claro, los frescos y miniaturas románicas. Se separó mucho del ideario estético del Noucentisme y tras hacer suyo el color fauvista y la sintaxis cubista y futurista, desarrolló un sistema de representación enumerativo muy cercano al del románico. De este momento es necesario destacar Autorretrato, La casa de la palmera y Huerto con asno. Son frecuentes en sus obras la distribución de los ábsides románicos, con personajes celestes en lo alto y terrestres en lo abajo o el reparto en bandas horizontales monocromas, que eliminan cualquier sensación de volumen como en Personaje tirando piedras a un pájaro.
Personaje tirando piedras a un pájaro Beato de Fernando I
Ochos siglos de diferencia. ¿A qué miniaturista, pintor o escultor medieval se le hubiese pasado por la cabeza que su trabajo iba a influir tanto en un artista que no tenía nada que ver con él? La sociedad, la economía, la política, la ciencia, la tecnología... todo había cambiado. Pero sin embargo, los artistas de las vanguardias supieron ver las similitudes entre tantas diferencias. Cambió el mensaje, cambiaron las sensaciones, causas y consecuencias pero al fin y al cabo, era arte. Nada más y nada menos.