“Hermosa era la noche, tal y como no puede menos de ser cuando somos jóvenes, amables lectores. El cielo estaba estrellado y tan claro, que, al contemplarle, uno no podía por menos que exclamar: "¿Es posible que, bajo tan bello dosel, vivan seres llenos de cólera y de veleidad?". La pregunta es ingenua, excesivamente ingenua, amables lectores, pero ¡que el Señor haga que salga a menudo de vuestras almas! Y ahora que hablo de hombres veleidosos y corroídos por la envidia, examino mentalmente mi conducta durante la jornada de hoy. Desde bien temprano una extraña tristeza llena mi alma, paréceme que todo el mundo me abandona, que todos huyen de mí.”
Así empieza 'Noches Blancas', la segunda novela del celebérrimo escritor ruso Fiodor Dostoievski, autor capital del existencialismo y creador de los personajes más atormentados que ha dado la literatura. Aunque el escritor sea recordado casi únicamente por su "Crimen y Castigo", su sombra es tan colosal como la de su sacralizado compatriota Lev Tolstói.
Pocos libros me han gustado y marcado tanto como lo ha hecho el que nos ocupa hoy. La maestría con la que el autor describe las angustias y penas del protagonista nos hace ponernos, sin posibilidad de exclusión, en su lugar. Además, al tratar un tema frecuente en la juventud de toda persona (al cual no haré mención para no romper la magia del libro), muchos de los lectores terminan reconociéndose a sí mismos en la figura del desdichado.
El título de la obra 'Noches Blancas' hace referencia a un fenómeno que ocurre en las últimas semanas de Junio en las Regiones polares, en la que la oscuridad nunca es completa.
Noche Blanca, tomada a las 2:30, hora de máxima oscuridad
El hilo argumental de la obra, ambientada en San Petersburgo, es bastante simple: un joven soñador solitario e introvertido narra cómo conoce por casualidad, en una noche blanca, a una chica de la que se enamora. La pareja se cita durante 3 noches blancas más, noches en las que se contarán el uno al otro la historia de su vida.
Una obra maestra de 40 páginas que se lee en una tarde y que se encuentra de forma gratuita en formato e-book. Ya no tenéis excusa aquellos a los que os entra urticaria al ver un libro grande y los que recitáis la frase de “es que yo nunca he leído un libro”. ¡Por alguno se ha de empezar!
La adaptación de Luchino Visconti de la novela es satisfactoria pero no logra pasar del todo el alma del libro al celuloide, recomiendo verla después de leer el escrito.
La adaptación de Luchino Visconti de la novela es satisfactoria pero no logra pasar del todo el alma del libro al celuloide, recomiendo verla después de leer el escrito.
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