"Creo que no se puede ser hombre, y mucho menos artista, sin tener una conciencia política. El arte es política"
Luchino Visconti
Ambientada en la Alemania de los años 30, la película narra las vicisitudes de la familia Essenbeck, perteneciente a la alta burguesía y propietaria de una importante empresa de la siderurgia. Ante el ascenso del Nazismo y el incendio del Reichtag, los integrantes de la misma quedarán divididos entre los partidarios y los detractores del nuevo régimen.
Luchino Visconti, el más grande entre los directores italianos, dirige esta película cuyo título hace referencia a la ópera homónima de Richard Wagner y el argumento de la cual posee connotaciones Shakespereanas que recuerdan irremediablemente a Macbeth. Como no podía ser de otra forma, Visconti sitúa la acción en un momento histórico muy concreto y de gran relevancia, y los sucesos de la misma explican y reflejan un pedazo tan importante de la historia Europea como es el ascenso del Nazismo al poder en Alemania.
La misma noche en que se incendió el Reichtag, la familia Essenbeck está reunida para celebrar el aniversario del patrón y propietario de la fábrica, Joachim (Albrecht Schoenhals). Ante las circunstancias políticas que vive su país, y muy a su pesar -tal y como él mismo afirma-, Joachim ha decidido colaborar con el nuevo régimen, y por ello nombra como vicepresidente a Konstantin (Reinhard Kolldehoff), miembro activo de las SA. La decisión produce un gran revuelo y no deja indiferente a ningún miembro de la familia. Herbert (Umberto Orsini) es el único entre ellos que se muestra contrario a la decisión, hecho que le obligará a exiliarse poco después. Pero no solo a él le produce indignación; a las espaldas de Joachim y Konstantin se está urdiendo un plan -que es precisamente el que recuerda a la trama de Macbeth- entre Frederick Bruckmann (Dirk Bogarde), un técnico especializado que se ha hecho un hueco en la familia y que además es el amante de Sophie (Ingrid Thulin), la esposa de Konstantin, y ésta última, una suerte de Lady Macbeth. Estos dos individuos, cuya desmesurada ambición les llevará a cometer terribles crímenes a cambio de poder, cuentan con la colaboración de Aschenbach (Helmut Griem), miembro de las SS, que los utilizará para llevar el poder de la fábrica a manos del régimen.
La complejidad de la trama es evidente, y las constantes luchas de poder entre los distintos personajes de la cinta lo complican todo aún más. Pero todavía no hemos hablado del personaje que acaba deviniendo el eje central del filme: Martin von Essenbeck (Helmut Berger). Hijo de Konstantin y Sophie, este joven perturbado, con tendencias pedófilas y que protagonizará los momentos más perturbadores del filme -como la escena del incesto junto a su madre- será el factor determinante que todos los demás deberán tener en cuenta si quieren hacerse con el control de la industria familiar.
Así pues, no sólo estamos ante un filme histórico y político que relata un año decisivo -desde el citado incendio del Reichtag en 1933 hasta la "Noche de los cuchillos largos" en 1934- dentro de la historia de Alemania y Europa y que explica el triste papel que jugó la burguesía en todos estos sucesos, sino que también asistimos a un excelente drama familiar de carácter trágico que enriquece y eleva el filme de manera más que notable.
En lo visual, la película posee ese aura tan particular del arte Viscontiano que conforman una puesta en escena operística y de carácter barroco, un ritmo pausado y contemplativo en la narración y una especial atención a aquellos hechos contextuales que explican siempre una parte determinante de la historia. Además, en La caída de los dioses Visconti contó con un estelar reparto que destaca sobremanera a lo largo del filme. Con nombres como Berger, Thulin o Bogarde no hace falta decir mucho más.
En muchas ocasiones se ha relacionado la historia ficticia de los Essenbeck con la real vivida por los Krupp, una familia alemana con mucho poder en el sector del acero antes de la Segunda Guerra Mundial. Más allá de este parecido, La caída de los dioses es, sin duda, una de las grandes obras maestras de Luchino Visconti y por extensión del cine europeo. Un clásico a menudo infravalorado que debemos recuperar por su enorme relevancia y por su extraordinario relato sobre la más oscura de las Alemanias.
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