domingo, 4 de enero de 2015

El espejo (Zerkalo, 1975) de Andrei Tarkovsky



"La poesía es un espejo que se hace más hermoso a medida que está más distorsionado"

Percy Byshee Shelley


Un hombre habla con su esposa (Margarita Terekhova) acerca de su situación actual y los motivos por los que se han distanciado. Su conversación se entremezcla con escenas oníricas y los recuerdos de una vida marcada por la historia de su país, la Unión Soviética.


La vida no es otra cosa que una suma de experiencias que se van almacenando en nuestra memoria y que poco a poco se evaporan en confusos instantes que sólo somos capaces de discernir mediante nuestros sentidos. Precisamente en Zerkalo, Andrei Tarkovsky y su amigo y colaborador Alesandr Misharin -si acceden a la versión en DVD de la película que incluye una entrevista con este último no se la pierdan- elaboran un guión en forma de episodios inconexos que evocan esos recuerdos tan confusos y lejanos de la infancia. Debido a esto, la película se aleja completamente de cualquier tipo de narración convencional -al estilo de Amarcord (1973) de Federico Fellini, pese a las evidentes diferencias entre ambas- y se construye a través del relato continuado de momentos aparentemente aleatorios de una vida.

El protagonista de la película -o ese personaje que debiera serlo formalmente, pues es quien recuerda- queda en todo momento fuera de plano, con lo que jamás llegamos a ver su rostro más allá de sus vivencias infantiles. Así, su mujer y su madre -ambas interpretadas por Terekhova, hecho que propicia la confusión inicial del espectador- se erigen en los verdaderos referentes del filme. 


El espejo es una manifestación artística magistral y de enorme calado. Su evidente complejidad, sus escenas oníricas y sus constantes referencias a la poesía, la pintura -esas escenas en que la obra de Da Vinci está tan presente- o la música -hay lugar para Bach, Pergolesi y Purcell- pueden llegar a resultar estremecedoras si uno consigue implicarse emocionalmente con la obra. Y es que el cine de Tarkovsky va más allá de lo puramente físico, y pretende conectar con nuestro ser, nuestros sentidos y nuestras emociones más profundas.

El carácter poético de la cinta es evidente. En palabras del crítico cinematográfico Adrian Martin: "Zerkalo es al mismo tiempo una confesión íntima, un resumen de la historia y un poema críptico". No podríamos definirlo mejor. 

   
Entrando ya en cuestiones de carácter técnico, debemos destacar todos y cada uno de los aspectos que conforman la cinta. La dirección de Tarkovsky es insuperable; su cámara nos transporta a través de escenarios cotidianos y a su vez hermosos y su uso de la música de Edward Artemyev -quien ya había colaborado con él en Solaris- es inmejorable. También podríamos hablar de la estremecedora interpretación de Margarita Terekhova, la fotografía de Georgi Rerberg, que alterna el color con el blanco y negro... Todo el conjunto, en definitiva, está al nivel de las más grandes obras del arte cinematográfico.

Por último, quisiéramos destacar los poemas de Arseni Tarkovsky -padre del director- que son leídos por él mismo a lo largo del metraje. Entre ellos, el más notable es el último, que da pie a los inolvidables minutos finales del filme. Dice así:

El hombre tiene un cuerpo,
cual una celda.
Cansada el alma está,
de su íntegra envoltura.
Con oreja y ojos,
como monedas,
y piel con cicatrices
que cubre la osamenta.
Por la córnea vuela
a la fuente del cielo,
al radio del hielo,
al carruaje del ave.
Y oye por las rejas,
de su viviente cárcel
la carraca del campo,
la trompa de los mares.
El alma es sin su cuerpo,
como cuerpo sin camisa.
No hay labor ni intento
ni verso ni concepto.
Adivinanza vana:
¿Quién irá a bailar
a aquella misma plaza
donde nadie está?
Y sueño otra alma
vestida de otra forma:
arde y corre, tímida,
en busca de esperanza.
Se quema y sin sombra
se aleja por la tierra,
un racimo de lilas
dejando de recuerdo.
No te lamentes, niño,
de la Eurídice pobre,
empuña el palo y corre
tras el aro de cobre
mientras tus oídos capten
ora alegres, ora secos
de tus pasos los ecos
que repite la tierra.


La poesía, como todo arte, no se puede explicar, puesto que hay que experimentarla y sentirla. Lo mismo ocurre con Zerkalo, pues resulta imposible explicar su naturaleza en unas pocas líneas. Lo mejor será que vivan la experiencia por ustedes mismos.





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