“En el momento más cercano de nuestra intimidad estábamos a 0.01 cm. de distancia. Cincuenta y siete horas después, me enamoré de esa mujer”
La película narra dos historias de amor independientes que únicamente tienen en común el hecho de ser protagonizadas por policías de Tsimhatsui, en Hong Kong, y el puesto de comida rápida donde ambos agentes suelen comer.
En la primera de estas historias, el policía interpretado por Takeshi Kaneshiro -nunca llegamos a conocer su nombre, únicamente su número de identificación- vive una profunda crisis amorosa, de la que trata de salir a base de llenar su estómago y correr para eliminar los líquidos sobrantes de su cuerpo. En un bar nocturno y en medio de su desesperación sentimental conoce a Brigette Lin, una enigmática joven que viste gabardina y gafas de sol. El joven policía ignora que se trata de una traficante en busca de un envío de droga perdido.
Este primer episodio del filme posee un cierto aire al cine noir, y ya muestra el contrapunto humorístico del que Kar-Wai dota a toda la película. Acompañada de una melancólica banda sonora de reminiscencias jazzísticas, el director corta la narración repentinamente para dar entrada a la segunda y más extensa historia.
El segundo romance de la cinta está protagonizado por el gran Tony Leung, un lacónico policía que es abandonado por su pareja -una atractiva azafata de vuelo (Valerie Chow). En medio de esta disyuntiva, el frustrado y melancólico agente llama la atención de la camarera del local donde come todos los días (Faye Wong).
Al sonido de The Mamas & The Papas, Kar-Wai nos introducirá en una historia si cabe más entrañable y divertida que la anterior, con unas inolvidables interpretaciones y un ritmo narrativo envidiable.
El gusto de Wong Kar-Wai por trabajar sin guión acaba por producir un doble efecto en sus películas, por un lado positivo y por otro negativo. Si bien es cierto que este hecho permite al director obviar el factor tiempo y ofrecer relatos desordenados, libres y brillantes, también lo es que la estructura narrativa de los mismos sufre ciertos baches y debilita, por momentos, el conjunto.
Pero el hongkonés es un amante de la nouvelle vague, confía en sus colaboradores y su talento y no duda en dotar de personalidad propia a sus trabajos. El cineasta convierte Hong Kong en una masa eléctrica de luces y sombras, imágenes desestructuradas e instantes perdidos que flotan en el tiempo. El excelente uso de la música dota a Chungking Express de cierto aire a poema visual, a declaración de amor a una historia y un arte, al ser humano en definitiva.
Quizá se pueda alegar que la película carece de la profundidad argumental deseable, pero es que su creador no se muestra interesado en ello. Lo único que preocupa a Kar-Wai son las formas y contar una historia cotidiana y humana acerca de dos hombres, dos mujeres, y el amor. La sensibilidad emocional que demuestra el filme, su exhuberancia visual y su atrayentes y conmovedoras imágenes son un triunfo del cine como arte.
Una película más que recomendable, de carne y huesos, entrañable, que no les dejará indiferentes.
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