viernes, 13 de marzo de 2015

Eyes Wide Shut (ídem, 1999) de Stanley Kubrick


"El mayor de todos los misterios es el hombre"

Sócrates


William Harford (Tom Cruise) es un médico neoyorquino cuya vida es aparentemente perfecta. Está casado con una bella mujer llamada Alice (Nicole Kidman) y tiene una hija pequeña. Todo se desploma al asistir a una fiesta de un respetado y poderoso amigo suyo (Sidney Pollack). En ella, marido y mujer flirtean con otras personas, hecho que les lleva a discutir acerca de su matrimonio. En este momento, Alice confesará que hace poco estuvo apunto de abandonar a su marido e hija por un completo desconocido.


Incapaz de asumir lo que su mujer le ha contado y corrompido por los celos, William iniciará una aventura nocturna dominada por el sexo y el erotismo. El misterio se descubrirá ante él cuando un antiguo compañero de la facultad le hable de unas fiestas secretas celebradas en una mansión de las afueras de la ciudad, donde un grupo de hombres y mujeres disfrazados dan rienda suelta a todas sus fantasías sexuales. El Doctor Harford conseguirá colarse en la exclusiva celebración, pero pronto será descubierto por los miembros de la secta. 

Último film dirigido por el legendario cineasta norteamericano Stanley Kubrick, quien murió antes de llegar a verlo estrenado. Aunque situado en la ciudad de Nueva York, el filme fue rodado en su mayor parte en el Reino Unido, por lo que los exteriores que vemos a lo largo del metraje son magistrales recreaciones de la gran ciudad. La película, como suele ocurrir en el cine de Kubrick, nos habla de temas universales: los celos, la confianza, el miedo, el deseo etc. La cinta fue inspirada por una obra de Arthur Schnitzler que permitió al cineasta y su colaborador Frederic Raphael construir un sólido guión en el que, realmente, escasean los acontecimientos, pues lo realmente importante se encuentra, en todo momento, en la psique de los protagonistas.


La película en su conjunto -pensada al milímetro, como no- se encuentra rodeada por un halo de misterio que no deja de ir in crescendo a lo largo del filme y que encuentra su punto culminante en la larga y brillante escena de la mansión, uno de los momentos más destacables del cine de Kubrick, que ya es decir. Tanto la magistral puesta en escena como el elaborado desarrollo del guión y los personajes de William y Alice elevan el filme a la categoría de obra maestra. La música, uno de los puntos fuertes de la película, corrió a cargo de Jocelyn Pook, y se encuentra acompañada por piezas de autores tan reconocidos como Dmitri Shostakovich, György Ligeti o Franz Liszt, en una nueva demostración de lo determinante que puede ser una buena selección musical -y uso de ésta- para la culminación de una obra cinematográfica. Stanley Kubrick siempre fue uno de los mejores en ello.


Son muchos los aspectos que podríamos destacar de Eyes Wide Shut. Por ejemplo, la labor de vestuario y la escenografía, el uso simbólico del color o las referencias intelectuales del film. En cuanto a sus escenas, más allá del momento álgido que supone la estancia del Doctor Harford en la mansión, podemos hacer alusión a la discusión matrimonial que inicia todo el conflicto, digna del mejor Bergman, a los paseos del protagonista por las oscuras calles neoyorquinas o a sus visitas a la tienda de disfraces, prácticamente surrealistas.

En definitiva, una fascinante obra maestra que se erigió, a nuestro entender, en una de las cintas de referencia de su aclamado director.


Muy a menudo las expectativas previas juegan una mala pasada a ciertos filmes, y ese mismo fue también el caso de Eyes Wide Shut, que fue considerada por la mayor parte de los críticos como una obra fallida y que fue igualmente rechazada por el público. Una injusticia sin igual. Estamos ante una obra indispensable de finales de siglo y resulta necesario reivindicarla. Como se suele decir, el tiempo la pondrá en su lugar.






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