"No puedo hacer nada más, solo esperar..."
Un equipo de investigadores estadounidenses destinados en la Antártida descubre una estación noruega cuyos integrantes han muerto en circunstancias difíciles de explicar. Allí mismo, encuentran un fósil que al parecer ha estado sepultado en el hielo durante miles de años. Pronto se darán cuenta de que aquello que terminó con los científicos escandinavos puede suponer igualmente su fin.
Al inicio del filme, el grupo de investigadores americanos encabezados por el piloto MacReady (Kurt Russell) recibe la enigmática visita de un helicóptero noruego que vuela extremadamente bajo. Al aterrizar, uno de los tripulantes sale enfurecido con un rifle tratando de disparar a un perro. Finalmente, los protagonistas se ven obligados a matarlo al creer que se ha vuelto loco, y adoptan al perro como a uno más de los suyos. Tras la visita al campamento noruego y estudiar los extraños organismos que han hallado allí, todo el grupo se encuentra en un estado de nerviosismo razonable teniendo en cuenta las extrañas circunstancias que están teniendo lugar. Pero el terror empezará realmente cuando el perro mute en una asquerosa criatura capaz de adquirir la apariencia de cualquier ser vivo.
Tras esta introducción inicial de unos treinta minutos, sensacionalmente conducida por John Carpenter, la película se centrará en las relaciones de desconfianza que se generan entre el grupo de protagonistas. Al desconocer, unos y otros, si el compañero que tienen al lado es humano o una simple imitación de la criatura, la tensión irá in crescendo hasta la mismísima escena final del filme.
Nos atrevemos a decir sin demasiados tapujos que La cosa es el mejor filme del director neoyorquino y uno de los más grandes referentes del cine de ciencia ficción/terror de los últimos treinta y cinco años. Con unos personajes perfectamente definidos, un tempo avasallador y un inteligente guión gentileza de Bill Lancaster, la película ofrece dosis de terror, acción e intriga por igual. La subyugadora banda sonora de Ennio Morricone, apoyada por los sintetizadores del propio Carpenter contribuyen decisivamente a la lograda atmósfera del filme.
Alguien podrá argumentar, ventajosamente, que los viscerales efectos especiales de la cinta han envejecido y que por ello la historia pierde vigencia vista en nuestros días. Ciertamente, han envejecido, pero no tan mal como para restarle valor a un filme que de buen seguro resultó impactante en el momento de su estreno. Y aunque así fuera, déjenme decirles que hoy ya no se hacen cintas de género de tan alta categoría.
De entre las muchas buenas escenas de la película, nos quedamos con aquella en que MacReady propone una prueba para averiguar quién es humano y quién no. La tensión es tan alta entre esos hombres que se sube por las paredes.
Lo dicho, un clásico que merece la pena revisitar una y otra vez.
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