viernes, 31 de octubre de 2014

Solaris (Solyaris,1972) de Andrei Tarkovsky



"Tu significas más para mi que cualquier verdad científica"



El doctor en psicologia Kris Kelvin (Donatas Banionis) es enviado a la estación espacial del planeta Solaris para investigar los misteriosos sucesos que allí se están produciendo. En dicha estación se encuentran destacados tres reputados científicos: Gibbarian (Sos Sargsyan), antiguo profesor del protagonista, Snaut (Yuri Jarvet) y Sartorius (Anatoly Solonitsyn).


Cuando Kris llega a su destino descubre que Gibbarian se ha suicidado, hecho que le extraña sumamente. El histriónico comportamiento de Snaut y Sartorius añadido a la aparición de personajes y elementos inexplicables racionalmente hacen sospechar al protagonista que aquellas noticias que llegaban a la tierra sobre Solaris y que se achacaban a una posible locura de los hombres allí desplazados puedan ser, en realidad, ciertas. Poco después se persona ante sus ojos Hary (Natalya Bondarchuk), su esposa, quien se había suicidado diez años atrás. 

El mundo de Kris se viene abajo. Incapaz de dar una respuesta racional a aquello que está viviendo y sobrepasado completamente por los sentimientos que le embargan, acaba por atender a las explicaciones que sus dos colegas le dan. Al parecer, el océano Solaris -la enorme masa de agua en la que se personifica el planeta- es capaz de inmiscuirse en el subconsciente de los hombres mientras estos duermen y materializar todo aquello que estos imaginan, sueñan o recuerdan. Los "visitantes" pueden pasar perfectamente por seres humanos, pero al estar formados por neutrinos en lugar de átomos poseen la capacidad de regenerarse, hecho que les convierte en inmortales. 

Este es el argumento, a grandes trazos, de Solaris, tercer largometraje dirigido por Andrei Tarkovsky. En esta ocasión el cineasta ruso adapta la famosa novela homónima de Stanislaw Lem, pese a que introduce numerosos cambios tanto en el transcurso de la historia como en el enfoque de ésta. Un ejemplo de estas modificaciones es el prólogo introducido en el filme -en la novela tiene forma de recuerdo y transcurre bien avanzada la trama- que tiene lugar en la tierra y que sirve, por un lado, como introducción explicativa, y por el otro, como declaración de intenciones -en cuanto a los mensajes que se quieren transmitir- del propio Tarkovski. El creador de Andrei Rublev entendía la novela como un marco a partir del cual podía crear mientras que Lem esperaba una adaptación "clásica" más ajustada a su obra, hecho que generó serias discrepancias entre los dos.


La primera parte del filme resulta absolutamente enigmática. El dominio de los espacios y de los recursos de cámara de Tarkovsky le permiten crear una atmósfera subyugante desde el primer momento -de buen seguro que David Lynch la ha tenido presente en su obra. La creciente tensión alcanza el clímax ante las apariciones de los visitantes en la nave. Con la presencia de Hary, el filme evoluciona y, pese a mantener intacto su carácter misterioso, abandona el suspense para llevarnos hacia una elegantes y atrayentes escenas cuyo eje central son las reflexiones filosóficas de naturaleza metafísica.

No se puede decir que Solaris sea un filme acerca de una temática concreta o tal otra. Su evidente complejidad e inalcanzable densidad -además de su valor artístico- se deben precisamente a la magnitud y grandeza de las reflexiones que comporta. A nuestro entender, el eje central del filme gira en torno a la ciencia y al papel que esta juega en la vida de los hombres. Tarkovsky critica en Solaris la pedantería científica y la carrera espacial -cabe tener muy en cuenta el contexto histórico del filme- y contrapone la estricta mentalidad científica de Sartorius con la idea romántica del hombre a la que se aboca Kris. Así lo evidencian las discusiones de los tres hombres y la sentencia de Hary: "Ante una situación inhumana, Kris es el único que actúa como un hombre". Y es que el protagonista del filme, que se ha mostrado en un inicio como el más racional de los hombres, se vuelca por completo hacia los sentimientos que en él despierta el reencuentro con Hary -aunque ésta sea solo una materialización de su propio recuerdo. Así mismo, la propia "visitante" va adquiriendo a lo largo del filme características humanas que la hacen sufrir y amar más allá de lo que en un inicio se podía esperar. 


Pero es que Solaris va mucho más allá de lo hasta ahora expresado. En ella también encontramos valiosas consideraciones acerca del amor, el hombre, el futuro.... La visión humanista de Tarkovsky está presente en todo momento: "lo que verdaderamente necesita un ser humano es otro ser humano", afirma uno de los protagonistas cuando se está debatiendo sobre la necesidad real de buscar vida inteligente más allá de la tierra. La esperanza y la fe en el hombre del autor también se evidencian en este tramo final, además de su gusto por aquello que escapa del conocimiento racional del hombre: "para preservar las verdades humanas son necesarios los misterios del amor, la muerte y la felicidad". 

Muy a menudo se tiende a comparar esta película con 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), la obra maestra de Stanley Kubrick. La referencia al mítico filme de la Metro suele venir inducida por el mero hecho de tratarse de dos cintas de ciencia ficción que estuvieron muy cerca de coincidir en el tiempo. Las disputas políticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética influyen fuertemente en el parecer de unos críticos que obvian las enormes diferencias existentes entre ambas obras -tanto en lo formal como en el fondo conceptual- y que caen en una simpleza hasta vergonzante. Ambas películas son obras maestras absolutas, hitos del séptimo arte, pero no se parecen en nada.

No podemos concluir este comentario sin hacer referencia a algunos aspectos o elementos clave de la película. Uno de ellos es la música. En Solaris, Tarkovsky colabora por primera vez con el compositor Eduard Nikolay Artemiev, quien presenta una pieza electrónica que contribuye decisivamente a la atmósfera del filme. Además, en la presentación del personaje de Hary el cineasta ruso utiliza una pieza coral de Bach que también oímos en los créditos de inicio.


Los bellos y poéticos planos de Tarkovsky endulzan una densa pero hermosa narración. Y es que podríamos hablar mucho tiempo sobre Solaris y alargarnos acerca de cualquiera de sus múltiples significados, pero lo mejor será emplazar al lector a disfrutar por sí mismo de esta fascinante cinta.





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